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Ricardo AgrasotProfesor de Historia del Arte

Rafael Botí y Enrique Moreno, (primero y segundo por la izquierda) atendiendo a las explicaciones de su maestro Ricardo Agrasot, en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba, 1916

Al estampar estas palabras al frente del Catálogo de la Exposición de las obras de Botí y Moreno no tengo un propósito descriptivo y crítico. Nada más alejado de mi ánimo que querer enumerar o valorar. Para ello te bastas tú con tus ojos y con tu corazón. Procura abrir aquellos de par en par, que por ellos se entren formas y colores y conmuevan a éste, despertando tus sentimientos, que serán normas de tus apreciaciones. En ti llevas las posibilidades de ver y de sentir. Que la aridez del ambiente artístico en que vives o el prurito de sacrificar tus sentimientos a la frase mordaz o a la gracia ingeniosa no te cierre las puertas de los goces del arte. Es cuanto puedo desearte. 

Mi propósito es tan sólo preparar tu ánimo, para que la comprensión de cuadros y esculturas que vas a contemplar, sea completa. Nada mejor a este fin que recordarte cuanto pueda encender tu simpatía.

Los autores de las obras que a continuación se enumeran son jóvenes. Están en el camino, no en el punto de llegada. Aspiran con vigor a la meta, y fuerzas sobradas muestran tener para llegar a alcanzarla, pero todavía es para ellos algo que se vislumbra en lontananza, velado por el polvo del camino.

En esa juventud llena de aspiraciones, existe algo que la hace digna de atención y de alientos. No son artistas que acepten pasivamente, sin salir a su encuentro, las cosas como las da la realidad o como las dan las interpretaciones consagradas. No son artistas resignados y conformistas. Llevan en su modo de ver el mundo de las formas y de los colores, la intención de marcarlo fuertemente con el sello de su espíritu. Lo que pintan o esculpen no es, lector, lo que tú ves corrientemente con tu mirar pasivo, ligero o distraído. Es lo que ven hombres atentos, que han educado y educan su mano y su retina para ir más allá de formas y colores, y descubierto al íntimo secreto de aquellas y de estos, ofrecértelo generosamente, dándote nuevas posibilidades y nuevos aspectos de goce y de belleza. 

Si llegas, lector, a darte perfecta cuenta de esta significación de los jóvenes artistas Botí y Moreno, sentirás cómo dentro de ti se abren y se ensanchan las puertas de la simpatía hacia esas formas de arte que tienen el valor de apartarse de lo vulgar y corriente, para buscar nuevos y personales caminos, que si en un principio pueden extrañarte o desconcertarte, a la larga han de servir para revelarte cómo «las cosas serán siempre capaces de ofrecerse con aspectos nuevos», mientras haya hombres con ánimos y corazón para descubrirlas y revelárnoslas. Con ellos tenemos un deber de gratitud, que nos obliga a juzgarles seriamente, sin frivolidad y sin ligereza. Yo, lector, me atrevería, si quieres admitirlo, a darte un consejo antes de que comiences a contemplar las obras de estos artistas: y es que mires seriamente y por cima de toda preocupación el noble esfuerzo de estos hombres jóvenes por alcanzar una visión personal, en algunas de sus obras fuerte y enteramente expresada. 

DE LA PRESENTACIÓN DE LA EXPOSICIÓN CELEBRADA EN EL CÍRCULO DE LA AMISTAD (CÓRDOBA) EN 1923.

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