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J. R. AlfaroCrítico de arte

Rafael Botí con Fuensanta García de la Torre, Ángel López-Obrero y Alfonso Castilla. Córdoba, 1990

Este pintor tiene su violín, que deja en su casa cuando viene al campo, para oír la melodía de los cielos. No cabe mejor definición que pueda hacerse de la pintura de Botí. En sus paisajes hay que guardar silencio para escuchar su música. Cuando Rafael Botí va a pintar el paisaje elegido siempre le acompaña un pájaro. Hay en este pintor una pureza y una necesidad de pintar que aparece en el hombre desde la infancia, y que en Botí se conserva hasta en sus últimas obras.

Estas frases llenas de admiración fueron escritas en una ocasión por Daniel Vázquez Díaz, maestro de Rafael Boti.

En la obra de este artista existe como un balanceo entre la esencia de las cosas y el ejercicio poético de perseguir el imposible misterio de la imagen. Botí se entrega, al mismo tiempo a una profunda simplificación para llegar a una intimidad más directa y amorosa. Ante esta obra que nos presenta ahora, revalida su prestigio de gran lírico y nos descubre su apasionada presencia de pintor.

J. R. ALFARO
“Hoja del Lunes”, marzo 1972

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