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Diego Ruiz AlcubillaEx Gerente Fundación Botí de la Diputación de Córdoba

Mercedes Mudarra Barrero, Delegada de Cultura de la Junta de An- dalucía y Diego Ruiz Alcubilla, Gerente de la Fundación Provincial de Artes Plásticas Rafael Botí con el hijo del pintor en el acto de co- locación de la primera piedra en el futuro Centro de Arte Rafael Botí. Córdoba, 17 de junio de 2005

Rafael Botí Gaitán nació el día 8 de agosto de 1900 en Córdoba, en el número 21 de la calle Gutiérrez de los Ríos, donde transcurre su infancia y juventud. Sus padres Santiago Botí Company, natural de Alcoy (Alicante), músico del Centro Filarmónico de Córdoba y de la Orquesta Sinfónica de Madrid y Margarita Gaitán Gavilán, nacida en la localidad cordobesa de El Carpio. Rafael Botí, músico y pintor, ha sido uno de los personajes más entrañables del arte español del siglo XX. Su talento y su exquisita sensibilidad se sometieron gozosamente a la exigencia y al rigor de la interpretación musical y se liberaron, con igual alegría, en la creación pictórica.

Estudió las primeras letras en la escuela de don José Ramírez, en la calle del Poyo. Más tarde, pasó al colegio de don Eloy Vaquero, gran amigo de su padre y extraordinario pedagogo, nacido en el municipio cordobés de Montalbán, que luego sería uno de los paladines del Ideal Andaluz, junto a Blas Infante, y Alcalde de Córdoba. En el colegio de Eloy Vaquero, Botí coincidió y fue buen amigo de dos alumnos, que luego alcanzarían renombre: José Manuel Rodríguez, en el mundo de la escultura, y también pensionado de la Diputación Provincial de Córdoba y Antonio de la Haba Zurito, en el de los toros.

Va descubriendo el ambiente de la Córdoba cultural y popular, en el que se iría integrando, atraído por las diferentes tertulias culturales. La tertulia del Café Suizo, en las Tendillas -en la que se reunían catedráticos del Instituto, escritores, periodistas y jóvenes artistas- y la de La Granja, en la que se daban cita otros literatos, poetas y artistas plásticos, a la que se incorporaba Ortega y Gasset, en sus frecuentes viajes a Córdoba.

Las tabernas eran otros lugares de reunión, en las que se rendía culto al vino y a la cultura a partes iguales. La taberna de Julián -a la que también asistía Ortega-, en la calle San Álvaro; la del Bolillo, en la Fuenseca, con Julio Romero de Torres como asiduo; la de Camilo, en la calle Morería, etc. Una vida entre cultural y popular la de aquellos primeros años del siglo, que el joven Rafael Botí comenzó a vivir, buscando el contacto con quienes hablaban de música y pintura.

En aquella época la vida cultural de Córdoba se enriquecía con el Ateneo, fundado por el profesor Antonio Jaén Morente; el Círculo de la Amistad, que procuraba hacer honor al subtítulo de Liceo Artístico y Literario, etc. Un ambiente culto presidido por la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, en aquel momento dirigida por Teodomiro Ramírez de Arellano.

Cuando Rafael Botí realizaba sus estudios musicales en el Conservatorio fue cuando descubrió el fabuloso mundo de la expresión plástica. Un día, con la caja del violín bajo el brazo entró, tras un grupo de visitantes, en el Museo de Bellas Artes, sintiéndose deslumbrado por los cuadros expuestos. Más tarde llevaron a un grupo de alumnos del colegio de Eloy Vaquero -entre ellos Botí- a visitar el estudio de Julio Romero de Torres. Y las obras modernistas de este famoso maestro -que me descubrían una pintura diferente, porque hasta aquel momento no había visto yo más pintura que la religiosa, recuerda el propio Botí decidieron su vocación de ser pintor por encima de todo.

Con nueve años, en 1909, se matricula en la Escuela de Artes y Oficios, que estaba dirigida por el escultor Mateo Inurria. En este centro, Rafael Botí tuvo la suerte de tener como profesor a Julio Romero de Torres, le inició en los secretos del dibujo y del color. Junto a este magisterio, el de Ricardo Agrasot, como profesor de Historia del Arte -uno de los dos o tres maestros de la época más al día de las nuevas corrientes sobre la comprensión del arte- y el de Victoriano Chicote que le puso en contacto con el modelado escultórico.

Además de estos maestros, hubo otro artista que fue decisivo en la consolidación pictórica de Botí, que llegaría a ser su entrañable amigo Enrique Moreno Rodríguez El fenómeno, nacido, también en 1900, en Montalbán. Un joven extraordinario que había llegado a Córdoba con el inmenso bagaje de su quimera cultural, para conectar con el mundo del arte y hacer amistad con otros jóvenes inquietos. Años de relacionarse con amigos que lo serán para siempre, como Rafael Romero de Torres, Antonio Merlo, Octavio Nogales, Antonio Rodríguez Luna, Ángel López-Obrero.

Grande fue la identificación de Rafael Botí con Enrique Moreno, El fenómeno -que moriría fusilado en Córdoba, en la madrugada del día 9 de septiembre de 1936, a consecuencia del alzamiento militar que desencadenaría una guerra civil de tres años- hasta el extremo de contagiarle sus inquietudes estéticas renovadoras, orientándole en muchos de los aspectos fundamentales del arte de vanguardia. De tal manera serían decisivas, que Enrique Moreno fue el que animó a su gran amigo Rafael a llevar a cabo su primera aparición pública como pintor, Rafael Botí con sus 16 años cultiva paralelamente y con perfección la música y la pintura. Dos profesiones de las que no se podía vivir en Córdoba. Buscando mejores horizontes, tanto para completar su formación como para ir solucionando su modo de subsistencia, decide trasladarse a Madrid.

Rafael Botí descubre la Puerta del Sol que en aquel año de 1917 todavía conservaba reminiscencias de plaza pueblerina, con sus carteleras y mingitorios. Corrillos de hombres indolentes y golfillos pregonando los periódicos, pero también ágora donde pululaban literatos y artistas bohemios. Cerca, en el trozo de la calle de Alcalá hasta el Café Fornos, era el punto de cita de las figuras del arte y la literatura de más categoría.

Su primer contacto cultural en Madrid fue en el Café Zaragoza, situado en los bajos de la pensión en la que se instaló, cerca de la Puerta del Sol. Atraído por el sonido de la orquesta que animaba las veladas de este café -y sobre todo por el excepcional violinista de la misma-, una noche bajó a este local. Allí se encontró Botí con Antonio Merlo, notable dibujante cordobés amigo suyo, que le había precedido en la obligada emigración a Madrid. Antonio Merlo, que era asiduo de la tertulia literaria del Café Zaragoza, presentó a su paisano a los contertulios, todos ellos poetas y escritores, músicos y pintores.

Aquella tertulia del Café Zaragoza le permitió consolidar una buena amistad con alguno de los más destacados asistentes. Llegó a ser buen amigo de Eugenio Noel, aquel hombrecito pequeño, regordete, con grandes bigotes y unas grandes melenas que le salían por debajo del hongo. El escritor furibundamente antitaurino, al que Botí le llegaría a dedicar un bello cuadro titulado Brindis a mi amigo Eugenio Noel, que hoy forma parte de la colección artística del Museo Taurino de Córdoba.

Otra amistad surgida allí fue la de Emilio Carrere, el celebrado poeta del Modernismo, amigo a su vez de Julio Romero de Torres. Un bohemio, a pesar de que estaba colocado en el Tribunal de Cuentas, siempre vestido de negro, con chambergo y chalina; de ojo estrábico y como tuerto, de grandes melenas y que fumaba en pipa. Y que en la tertulia del Café Zaragoza, como en todas partes, tendía a ser irónico y designaba a los escritores que no eran de su agrado anteponiéndoles el señor.

La primera tertulia madrileña, le enseñó algo a Rafael Botí, que él comenta de esta manera: En aquella tertulia literaria del Café Zaragoza estuve observando noche tras noche, y aprendí que había que hablar mal de todos, y sobre todo de los compañeros. Aunque esto yo no lo practicaría nada más que en los momentos justos. Y aquella tertulia le enseñó otra cosa: que en Madrid había demasiados músicos y pintores y que lo que había que hacer era estudiar y trabajar firmemente, si es que quería situarse.

Tras conseguir una plaza de músico en una de las orquestas que actuaban en los cafés, se matriculó en el Conservatorio Superior de Música y Declamación, donde, entre otros, tendría como profesor a Conrado del Campo, que le enseñaría la técnica de la composición y a Tomás Bretón. Viendo en el campo musical el medio más inmediato para asegurarse unos ingresos que le permitieran organizar una familia, se toma los estudios tan en serio que, dos años más tarde, en 1919, obtiene la plaza de profesor de viola de la Orquesta Filarmónica de Madrid.

Rafael Botí no se resigna a abandonar sus estudios de pintor y se matricula también por libre, en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Y conoce en este momento de 1919 al pintor Daniel Vázquez Díaz, que pasaría a ser esencial para el desarrollo total de sus inquietudes pictóricas. Botí pasa a formar parte del primer grupo de alumnos de la Academia Libre de Pintura de Vázquez Díaz que el maestro de Nerva acepta como tales en su estudio del número 119 de la calle Lagasca.

En este grupo estaban, junto al cordobés, Olasagasti, Pablo Zelaya, Díaz Caneja y Rodríguez Acosta, incorporándose más tarde otros jóvenes inquietos: José Caballero, Juan Antonio Morales y el cordobés Ángel López-Obrero.

Rafael Botí llegaría a ser muy pronto no solo uno de los discípulos preferidos de Vázquez Díaz sino el más entrañable amigo. Hay que destacar que el maestro onubense, que había nacido en la localidad de Nerva en 1882, era el máximo motivo de atracción de los jóvenes pintores con ansias renovadoras, pues no en balde había vivido trece años en París en contacto con las grandes revoluciones plásticas. Decidió seguir el magisterio de Vázquez Díaz, a pesar de los consejos en contra. Como él mismo dice: A los que tuvimos en aquellos años la valentía de ser sus discípulos y amigos se nos tachó de insensatos. Vázquez Díaz irritaba y entre otros improperios le llamaban antiespañol y cubista. Se negaban a comprender que era el hombre que devolvería a la gran Pintura Española las enseñanzas que de ella sacaron los maestros franceses.

Rafael Botí fue, uno de sus discípulos preferidos y posiblemente el más querido, como lo demostraría a lo largo de su vida. Los elogios de Vázquez Díaz al joven cordobés serían constantes. En una ocasión escribiría esto: Siempre he sentido una devoción especial hacia hombres como Botí, entregados a la realización de una obra en silencio, poniendo en ella lo más hondo de su corazón que hace que la obra sea tan pura como el alma de un niño. Y en otra ocasión, refiriéndose a la dualidad de músico y pintor, difundiría esta bella frase: En los paisajes de Botí hay que guardar silencio para escuchar su música. Este pintor tiene un violín, que deja en su casa cuando viene al campo, para oír la melodía de los cielos.

En los primeros tiempos de Rafael Botí en Madrid, el Café de Pombo era el santuario de la vanguardia. Los contertulios pertenecían a las ramas artística y literaria -Manuel Abril, Tomás Borrás, José Bergamín, Bacarisse, Solana, Penagos, etc.- y con uno de ellos llegaría a ser Botí gran amigo: el pintor santanderino-madrileño José Gutiérrez Solana.

Otra tertulia posterior sería decisiva para la proyección del arte nuevo, con el que soñaban Rafael Botí y sus colegas de la calle Lagasca. Esta tuvo lugar entre los años 1920 y 1924 en el café Lyón d’ Or, de la calle de Alcalá, de la que fue pontífice Daniel Vázquez Díaz, su maestro. Allí se reunieron diversos artistas con inquietudes de modernidad -Barradas, Sunyer, Bagaría, Moreno Villa, Iturrino, Ángeles Ortiz, Alberto Sánchez, Hidalgo de Caviedes, etc.- junto a escritores vanguardistas, como García Lorca, Alberti, Eugenio d’Ors, Guillermo de Torre y otros. En aquella tertulia, a la que también asistían Botí y Solana, así como algunos artistas extranjeros como el cubista Roberto Delaunay, a la sazón en España- se tomó el acuerdo de crear un salón que se llamaría Salón de los Artistas Ibéricos. Se organizó una exposición en el Parque del Retiro, que estaba formada con un prurito de independencia oficial, acogedor de todas las tendencias -sobre todo relacionadas con el Cubismo, el Surrealismo y el Expresionismo-, que no encontraban reconocimiento en las Exposiciones Nacionales. La exposición fue polémica pero fue un gran intento programático vanguardista, con proyección de futuro.

En 1923 presenta su primera exposición en el Círculo de la Amistad, conjuntamente con su gran amigo, el escultor Enrique Moreno, apadrinados por el maestro Ricardo Agrasot que, en sus palabras de presentación en el catálogo, declaraba: no son artistas resignados y conformistas. Llevan en su modo de ver el mundo de las formas y de los colores, la intención de marcarlo fuertemente con el sello de su espíritu.

La crítica recibió con aplauso sus obras, y Durán de Velilla escribió sobre Botí en el Diario Córdoba:
En la policromía de sus cuadros revela que su retina impresionista ha sabido recoger con extraordinaria precisión las múltiples tonalidades de los jardines y huertas, adormecidos bajo la diáfana claridad del sol de mediodía, para ofrecérnosla en un admirable conjunto de luces y colores, reconociendo así el talento de un pintor de 23 años, que exponía por primera vez.

Botí presentó, en esta primera exposición, 18 cuadros, algunos con temas del paisaje cordobés - Una mancha de alcornocales de la Sierra de Córdoba, Jardín, Los tres cipreses de la huerta, Patio cordobés, etc.-, siete paisajes de Madrid y el resto de Puente Genil, Cabra y Linares; obras todas ellas llenas de lirismo y originalidad en la composición y el cromatismo. Enrique Moreno exhibió tres magníficas composiciones -Amalia la gitana, Sensibilidad y Estudio para una figura de decoración mural y los bustos de Rafael Romero Pellicer, Carlos Pastrana y Miguel Nogales. Antonio Jaén Morente impartió una extraordinaria conferencia en el Círculo de la Amistad sobre la obra de Rafael Botí y Enrique Moreno.

La prensa cordobesa lanzó grandes elogios por esta exposición del Círculo de la Amistad, de 1923. Marcelino Durán de Velilla escribía en La Voz de Córdoba, refiriéndose al pintor: Rafael Botí se nos muestra en sus cuadros como un verdadero enamorado de la naturaleza, cuya belleza hubiera pasado desapercibida para los ojos profanos.

Rafael Castiñeira escribía en las páginas de Córdoba Libre: Nosotros hemos seguido de cerca al pintor de paisajes Botí (con acento ¡eh!), lo conocemos personalmente, oímos la brillante conferencia pronunciada por don Antonio Jaén Morente, ante la exposición de sus cuadros en el Círculo de la Amistad. Y cada vez estamos más convencidos de que es “gente”, de que se ha descubierto a un artista de los que llegan.

Rafael Botí vuelve a Madrid muy satisfecho por el reconocimiento de sus paisanos. En 1924 contrae matrimonio con la cordobesa Isidra Torres Lerma. Su primera participación en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes data de 1922, en la siguiente edición, de 1924, obtiene el primero de sus numerosos galardones: una Bolsa de Viaje por su cuadro De la sierra de Córdoba, hoy en Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Se vieron obras de Botí en las ediciones de 1926, 1929, 1930, 1934 y 1936. También estuvo presente en una muestra oficial, la Exposición Internacional de Barcelona, en 1929.

Como era habitual en muchos participantes en los certámenes oficiales, fue un asiduo de los Salones de Otoño, creados y promovidos por la Asociación de Pintores y Escultores con intención de renovar el arte que se mostraba en las Nacionales, Botí participó en las ediciones de 1921, 1923, 1924 y 1925 de dichos Salones de Otoño.

Conecta de nuevo con Vázquez Díaz y con sus condiscípulos, y con otros artistas que se daban cita en el Café de Oriente y otros más de la Glorieta de Atocha, donde se pontificaba y discutía en pro del arte nuevo. Tertulias en las que Botí cimentaría otras amistades, como la de Aurelio Arteta, el gran pintor bilbaíno que había asimilado muy bien los conceptos de Vázquez Díaz. O como el escultor toledano Alberto Sánchez -conocido como Alberto el Panadero, porque trabajaba en una tahona-, que luego llegaría a ser la gran figura de la escultura vanguardista española.

A la Exposición de Bellas Artes, celebrada en el Círculo de la Amistad en 1925, organizada por la Sociedad Cordobesa de Arqueología y Excursiones en la sección de pintura presentaron obras los caricaturistas Romero Escacena, Alfaro, el acuarelista Ornilla, Fernando Quero y Quero, Sánchez Otero, M. Alavedra, A. Barragán, F.F. Martos, J. Prieto, González Sanz, Ángel López-Obrero, Rafael Botí, Pelegrín (un retrato de Botí), Ezequiel Ruiz Martínez, E. Pérez Dolz, Victoriano Chicote, E. Sierra de Sirva, Antonio Merlo, Enrique Pozo, Francisco Ramos, José Molleja, L. Contreras, Miguel Latás y M. Montero. En la escultura se presentaron: Antonio Muñoz, Antonio Pareja Doblas, Manuel Garrido, Jara, Francisco Urbano, N. Fernández, Antonio Muñoz, E. Ruiz y los hermanos Rodríguez.

En 1927 Botí decide presentarse en Madrid como pintor, de manera individual. Y esto lo lleva a cabo en la prestigiosa sala Casa Nancy. Sorprendió al público madrileño la renovadora plástica del pintor cordobés, aplicada al paisaje con preferencia. José Francés, uno de los críticos más prestigiosos de su época, afirma en La Esfera: Este joven pintor ofrece en sus cuadros, tan parcos de dimensiones y tan henchidos de espiritualidad, refugios amables y dilectos, a la vez que Francisco Alcántara proclama en El Sol: Rafael Botí es un caso excepcional entre nosotros de pintor moderno, muy joven, con técnica muy del día y valientemente orientada hacia el futuro.

Por otro lado, Rafael Marquina subraya en Heraldo de Madrid: Además de pintar, el artista aspira en este caso a dominar el porqué y el cómo de su propia pintura. No extraña a nadie, por tanto, verle de pronto parado en mitad del camino, auscultando el mundo que resuena en su corazón.
El artista cordobés Antonio Merlo, residente en Madrid hacía tiempo -el que había introducido a Botí en la tertulia del Café Zaragoza- escribiría sobre esta exposición en las páginas de la revista Pintura Moderna. En su primer párrafo decía: El éxito alcanzado por el pintor cordobés Rafael Botí, con la exposición de sus paisajes abierta en la “Casa Nancy”, es de lo que producen en las gentes “del oficio” tanto consuelo como sorpresa: tan raro es, por desgracia, el caso de que un joven artista, que no intriga ni tiene padrinos, logre en una primera exposición de sus obras el más franco triunfo entre los profesionales y la crítica.

En esta época Rafael Botí tiene la agradable sorpresa de recibir en su casa a Ángel López-Obrero, su paisano y amigo, que había llegado a Madrid pensionado por la Diputación de Córdoba, para estudiar en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Admirador de Vázquez Díaz -al que había conocido en Córdoba, por el sentido renovador de su pintura, López-Obrero simultanea sus estudios oficiales con los del estudio particular del maestro onubense.

En 1927, Botí tiene ocasión de recibir y orientar a otro artista paisano, al montoreño Antonio Rodríguez Luna, que había llegado a Madrid procedente de Sevilla, donde había estudiado en la Escuela de Artes y Oficios. Luna establece relación también con Vázquez Díaz, pasando al estudio de Timoteo Pérez Rubio, otro maestro de la modernidad. Estos artistas cordobeses se integrarán en dos grupos distintos, aunque unidos por el denominador común de la modernidad. El de Timoteo Pérez Rubio -al que pertenecían Rodríguez Luna, Navarro Ramón, Enrique Climent y Santiago Pelegrín-, y el de Vázquez Díaz, al que pertenecían Rafael Botí, López-Obrero, Díaz Caneja, etc.

A finales de los años veinte y comienzos de los treinta, Rafael Botí se movió en aguas renovadoras, siendo uno de los expositores de los decisivos Salones de Independientes, en sus dos ediciones que se celebrarían en el salón de exposiciones del diario Heraldo de Madrid. A finales de 1929 nace el I Salón de los Independientes, la exposición se celebró del 30 de noviembre al 10 de diciembre de 1929, con la participación de Aurelio Arronte, Rafael Botí, Juan Manuel Díaz Caneja, Isaías Díaz, Enrique Climent, Juan José Cobo Barquera, Waldo Insúa, Ángel López-Obrero, Francisco Mateos, Juan Navarro Ramón, Santiago Ontañón, Servando del Pilar, Santiago Pelegrín, Alfonso Ponce de León, Ramón Puyol, Antonio Rodríguez Luna, Félix de la Torre y Pablo Zelaya. Del 1 al 15 de octubre de 1930 se celebra al II Salón de los Independientes participando: Enrique Climent, Alfonso Ponce de León, Francisco Mateos, Navarro Ramón, Ontañón, Santiago Pelegrín, Puyol, Rodríguez Luna, Isaías Díaz, Servando del Pilar y Ángel López-Obrero.

Botí participa, en 1929, en la Exposición Regional de Arte Moderno, celebrada en la Casa de los Tiros en Granada. Se reúnen obras de artistas tradicionales junto a otros más modernos (Hermoso, Cristóbal Ruiz, Solana, Vázquez Díaz) y de vanguardia (Miguel Ángeles Ortiz, Dalí, Maruja Mallo, Moreno Villa, Peinado): Botí presento cuatro obras De la sierra de Córdoba, El patio de la Fuensanta, Noviembre, La ría, La fábrica, recibiendo un premio de 250 pesetas por una de ellas. Posteriormente se celebró en el mismo sitio un llamado Salón Permanente, con obras que se renovaban cada cierto tiempo. Botí tuvo una obra en el II Salón Permanente, en septiembre de 1930, titulada Canción de primavera.
Apasionado cada día más por lo nuevo Botí sueña con ir a París para establecer contacto con aquellas vanguardias, en 1929 viaja a París pensionado por la Diputación Provincial de Córdoba que, en 1931, vuelve a becarle en la capital de Francia, donde entra en contacto con las aspiraciones estéticas de los últimos movimientos de vanguardia y con muchos de los pintores españoles de la llamada Escuela de París, participando en una muestra colectiva en la galería Castelucho.

Tras este viaje, Botí llega al cenit de su arte, poniendo en música colores y formas, sonorizando la pintura. Sabiendo ya que toda obra de creación constituye una empresa heroica, que se realiza no en un cuadro o una exposición, sino a lo largo de toda una vida de dedicación, de entrega y de renuncias. Al cabo de aquellas búsquedas y asimilaciones que he citado, siendo fiel a sí mismo -y dispuesto a pasar impertérrito a través de modos y modas-, Rafael Botí se encontraba ya inserto, al comenzar la década de los 30, en una privilegiada situación de modernidad.
En 1930 nace su hijo Rafael, que llegaría a ser decisivo en su carrera futura. Está presente con sus obras en la Exposición Nacional de Bellas Artes, en la Galería Castelucho y Diana (allí, intervendría otra vez en 1931), en 1932 en el Lyceum Club Femenino y en la del Círculo de Bellas Artes. Al año siguiente, la Diputación Provincial de Córdoba, que sigue con atención la brillante trayectoria de Rafael Botí, vuelve a concederle una beca para que marche nuevamente a París, para ampliar sus conocimientos.

A su regreso celebra en Córdoba una magna exposición de sus obras que entusiasmarían a sus paisanos y despertarían comentarios elogiosos. El notable periodista Fernando Vázquez destacaría en La Voz de Córdoba este éxito: En el caso de Rafael Botí, a quien el señor Guerra Lozano con plausible galantería, le ha cedido el hall de entrada de la Diputación para que exponga sus pinturas, no es empresa difícil hallar al artista. Sin quimeras, sin alucinaciones, sin complejos de perplejidad, nos sale al paso desde el espectro de sus paisajes. Paisaje que es reflejo de las alegrías y dulzuras de la naturaleza en un espíritu melancólico y sensual.

Rafael Botí ha vuelto a España en 1931, coincidiendo casi con la proclamación de la República. Ante la nueva situación no quiere ser artista encerrado en su torre de marfil, sino que quiere luchar en pro de la transformación cultural que necesita el país. Funda la Agrupación Gremial de Artistas Plásticos, y encabeza un Manifiesto dirigido a la opinión pública y los poderes públicos, que se publicaría en el diario anarquista La Tierra, el 29 de abril, quince días después de la proclamación de la II República con las firmas de Santiago Almela, Francesc Badía, Rafael Botí, Julián Castedo, Emilio Barral, Javier Winthuisen, José Planes, José Moreno Villa, Julián Castedo, Enrique Climent, Colinas, Isaías Díaz, Eduardo Díaz Yepes, Rafael Dieste, Cristino Gómez (Cristino Mallo), Masriera, Francisco Mateos, Francisco Maura, Ramón Puyol, José Renau, Antonio Rodríguez Luna, Francisco Santa Cruz, Isaías Díaz, Santiago Pelegrín, Arturo Souto, Servando del Pilar y Pérez Mateo, Valiente. El texto del Manifiesto decía así:

Queremos que el hundimiento de un régimen político confeccionado con la opresión y la arbitrariedad, traiga consigo, como consecuencia, renovación en todas las manifestaciones sociales que, como la artística, han estado sujetas a un régimen opuesto a toda idea que significase un cambio en las viejas costumbres.

El procedimiento seguido por los representantes oficiales del arte en el régimen caído valió, con la organización absurda de toda manifestación artística nacional, para crear un arte oficial viejo, caduco y representativo de la España muerta.

Ha valido para hacer de nuestros museos de arte almacenes particulares llenos de polvo, cuyas llaves se han guardado celosamente contra todo lo que significase renovación.

Para que el gran número de artistas españoles de fama mundial, sintiendo sus voces ahogadas en España, se mantengan fuera de ella y toda manifestación de arte dentro de su país.

La organización absurda de los certámenes oficiales, unida a la notoria incapacidad y arbitrariedad de sus dirigentes, ha desprestigiado nuestra actividad social en la conciencia de la opinión pública española y aún de la europea.

Queremos y nos organizamos en Agrupación Gremial de Artistas Plásticos y hacemos un llamamiento a la opinión y a los artistas, con la seguridad de ser secundados en nuestros propósitos.

Lucharemos contra todo lo que signifique arbitrariedad y daremos, en la medida que nos permiten nuestras fuerzas, un sentido amplio y renovador a la vida artística nacional, recabando los derechos que como clase nos corresponden, para garantizar el libre ejercicio de nuestra actividad.
Gran impacto produjo este Manifiesto dirigido a la opinión pública y los poderes públicos, y verdaderamente notable fue el papel que Rafael Botí jugó en la Agrupación Gremial de Artistas Plásticos, en su lucha porque todo dejase de ser como había sido, a lo largo de los primeros meses republicanos. A pesar de esta actividad y la musical, sigue pintando y exponiendo en aquel período 1931-1936: Museo de Arte Moderno, Nueva Federación de las Artes, Lyceum Club Femenino, Asociación de Artistas Vascos, en Bilbao; e incluso está presente en Córdoba, a primeros de 1936, en la Exposición Regional de Bellas Artes.

Botí figuró en otros tres importantes acontecimientos expositivos madrileños del periodo republicano. En una muestra organizada por la llamada Federación de las Artes (que no era otra que la propia AGAP transformada), en mayo de 1931 en el Salón de Bibliotecas y Museos, con obras de Planes, Francisco Pérez Mateos, Díaz Yepes, Faustino Cordón, Isaías Díaz, Castedo, Souto, Climent, Moreno Villa, Rodríguez Luna y Santiago Pelegrín. Artistas que volverían a encontrase en noviembre de 1931, cuando la Sección de Artes Plásticas del Ateneo realizó la II Exposición de Pintura y Escultura con obras de Castedo, Climent, Isaías Díaz, Díaz-Yepes, Francisco Mateos, Moreno Villa, Pérez Mateo, Rodríguez Luna y Souto. El poeta José Moreno Villa, pronunció una conferencia el 12 de noviembre en la que trató temas tan interesantes como la postura que deberían asumir artista, público y crítico ante el arte contemporáneo. E incluso en una tercera, en la que bajo el epígrafe Nueva Federación de las Artes (del 5 al 15 de mayo de 1932, Museo de Arte Moderno) reaparece un grupo de artistas relacionado con las organizaciones antes mencionadas que incluía obras de Souto, Moreno Villa, Rodríguez Luna, Enrique Climent, Servando del Pilar, Castedo, Santiago Pelegrín, Rafael Botí, Isaías Díaz como pintores y entre los escultores Planes, Pérez Mateo y Díaz Yepes.

Formó parte de la Exposición de Expensionados, Pensionados y Aspirantes a Pensionados de la Diputación Provincial. Se inauguró el 21 de septiembre de 1931. La inauguración fue amenizada por la Banda Municipal con un programa que terminó con la Marsellesa y el Himno de Riego, fue presentado por José Guerra Lozano, primer Presidente republicano de la Diputación Provincial de Córdoba. La exposición se ubicó en la sede la Diputación Provincial, en el edificio sito en la calle Pedro López. En el vestíbulo de entrada se instalaron los cuadros Las ermitas de Córdoba de Martínez de la Vega; el Martirio de San Bartolomé y Santa Isabel curando a los leprosos, copias de cuadros de Rivera y Murillo respectivamente, de José Muñoz Contreras; Una gitana de Alfredo Lobato; Ofelia, Un paje, Las gallinas, y Una Cabeza de Tomás Muñoz Lucena; Sin trabajo y Los últimos sacramentos de Rafael Romero de Torres; Paisaje de Asturias de Francisco Alcántara Jurado; Campesino de Agustín del Pino Gil; Un trabajador de campo, Dos viejas, y Una anciana con flores camino del cementerio de Francisco Benítez Mellado; Una flamenca con una vieja, Dos cabezas de muchachas y Un estudio de mujer con flores de Pedro Martos Caume; esculturas de José Manuel Rodríguez López, José Román León, Antonio Reyes Pérez y Jaime Rainaud. En el vestíbulo de entrada por la calle Pedro López se expusieron el Busto de Julio Romero de Torres, Retrato de mi abuelo (bronce), una acuarela y el óleo Una boda en Marruecos de José Manuel Rodríguez López; Cabeza de niño dormido (madera), Cabeza (mármol) de Antonio Reyes Pérez; Bajorrelieve (piedra) de Enrique Moreno Rodríguez El fenómeno y diversas esculturas de José Román León, Justo Moreno Nadales y Rafael Torrellas Calzadilla; varios paisajes de Rafael Botí; tres cuadros de Pedro Bueno; cinco lienzos de Ángel López-Obrero; seis lienzos de Fernando Quero y Quero; varias obras de Fernando Peña y Una hilandera y Tipos de León de José Muñoz García, En las galerías colgaron cuadro de Ángel López-Obrero y dibujos de Fernando Peña, Pedro Bueno y Antonio Reyes; bustos y otras esculturas de Francisco Adamuz Pérez, Francisco Hidalgo y José Fernández Márquez y obras de los aspirantes a pensión, Antonio Sánchez de Cañete, Alfonso Jaén, José Gómez y Alfredo Luque. En el salón alto de sesiones se presentaron los bajorrelieves Una alegoría de Córdoba y Retrato de Antonio del Castillo con la figura alegórica de La Pintura y el grupo Materia en triunfo de Mateo Inurria.

Rafael Botí participa en la Exposición Regional de Bellas Artes de Córdoba se celebró en el Instituto de Segunda Enseñanza en 1936, junto a los artistas: Eduardo Acosta, Ricardo Anaya, María Barbudo Torres, Francisco Blanca, Juan Blanco Sandoval, Domingo Bordas Esojo, M. Camacho, Cantera, Clara, V. Cobreros Uranga, Cruz Montes, Díaz Peno, Luís Espinar Barranco, José María Fernández Piñar, Rafael García Guijo, Antonio Garrido del Castillo, Justino Gil Bergaza, Adela González Natbona, Manuel González Santos, Manuel Guerrero Utrera, José María Labrador (Segundo Premio), Manuel León Astruc, M. Luna Rubio, M. M. Rafael, José Manuel Viglietti, Miguel Martín, V. Martín, V. Martín, J. Martínez, Santiago Martínez, Pedro Martos Caume (Primer Premio), M. Mellado, José Montaldo García, José Montero, José Navarrete, Francisco Palma Burgos, Miguel Pérez Aguilera (Tercer Premio), Francisco Pérez Lozano, M. Pineda, Guillermo Puya Zorita, A. Rodríguez, Juan Manuel Rodríguez, P. Rodríguez, Ángel Rodríguez Flores, Francisco Rodríguez García, Vicente Santos Sainz, Andrés Sepúlveda, Manuel Serrano, Alfredo Serrano Machado, V. de la Torre, Luís Torreblanca e Isaac Usano Massot. Y los escultores María Barbudo Torres, Sixto Córdoba, Manuel Echegoyán, L. Hoyos, Illanes, Manuel Mora Valle, M. Morales Alguacil, R. Moscoso, Francisco Palma García, Rafael Pavón, Emilio Ramírez. Antonio Reyes Pérez, Adrián Risueño, José Manuel Rodríguez López, J. Valverde y Vasallo.

Estalla la guerra civil y aquel Madrid, escenario de cultura renovada, pasa a ser una ciudad asediada durante tres años. El implacable terror del sangriento conflicto hace vivir a Botí y a su familia las sucesivas y tremendas horas de los bombardeos. En uno de estos bombardeos, que tenía por objetivo el vecino Hotel Savoy, destruyendo su vivienda, en la calle Gobernador núm. 2, frente al Jardín Botánico, desapareciendo, entre otras muchas cosas, cincuenta óleos aproximadamente y la totalidad de los dibujos realizados en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba y en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, solamente pudo salvar treinta y tres obras. Se ve obligado a trasladarse a Manzanares (Ciudad Real) donde ejerce durante tres años como profesor de dibujo y bibliotecario en su Instituto de Enseñanza Media. Rafael Botí sufre mil calamidades, con su esposa y su hijo Rafael, que es un niño de siete años. La Guerra Civil fue para Rafael Botí un periodo de aislamiento, de concentración en la pintura entendida como refugio frente a la tragedia. Y sufre la pesadumbre de ir conociendo el trágico final de artistas amigos -como Emiliano Barral y Pérez Mateos, muertos en el frente-, y sobre todo el final de su entrañable Enrique Moreno, El fenómeno, que había sido fusilado en Córdoba por los franquistas. Todo esto traumatiza de tal manera a Rafael Botí, que en aquellos años solo pinta un pequeño cuadro titulado Patio manchego.

Tampoco en aquel Madrid asediado podía encontrar Botí el lenitivo del contacto con los artistas amigos. Muchos de ellos estaban en el frente, y otros -como su amigo Solana- habían sido trasladados a Valencia, nueva capital de la República, a la residencia para intelectuales de la Casa de la Cultura. Solamente podía tener contacto con Vázquez Díaz, que no salió de Madrid y seguía dando clases en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Y hace apuntes en la calle, como recordando su época francesa de dibujante de guerra, en 1914, en la que realizó su serie Ciudades mártires, con aspectos de Reims y Verdún.

Al finalizar la contienda con el triunfo del general Franco, la mayor parte de los artistas amigos de Botí parten hacia el exilio. Antonio Merlo a Francia; Antonio Rodríguez Luna, José Renau, Aurelio Arteta, Enrique Climent, José Moreno Villa y Arturo Souto a México, Julián Castedo a Moscú, Díaz Yepes a Montevideo, Navarro Ramón al Sur de Francia, Santiago Ontañón a Santiago de Chile. Un exilio del que muchos ya no volverían. Aurelio Arteta murió en México nada más llegar, atropellado por un tranvía, y Alberto Sánchez sería enterrado en Moscú, después de desarrollar allí una brillante labor artística. Otros no eligieron el camino del exilio y fueron encarcelados: Ángel López-Obrero, Francisco Mateos, Eduardo Vicente, etc.

Desde su primera formación en Córdoba bajo el magisterio de Julio Romero de Torres hasta la explosión del conflicto bélico, según Jaime Brihuega; Rafael Botí es un artista cuya ejecutoria se entreteje en momentos muy importantes del intenso proceso de la renovación artística española. Por el contrario, en la segunda parte de su vida, el pintor va a moverse casi exclusivamente en los parajes de un mundo interior, donde percepción del presente y vigencia de la memoria se alean sobre el territorio de un lenguaje invariablemente fiel a sus propios presupuestos.

Rafael Botí se quedó en Madrid viviendo un exilio interior, que le llevó a no exponer hasta veinte años después de acabada la guerra. Vive de la música, actuando en los conciertos de la Filarmónica y actuando en las orquestas de los teatros. Pinta poco a poco con más intensidad, pero no quiere exponer, por el trauma espiritual que lleva encima y porque comprende que su pintura, impregnada de modernidad, poco tenía que hacer en aquel clima de academicismo y tradicionalismo que se había impuesto oficialmente.

Se inician las tertulias en el estudio del extraordinario fotógrafo “Manuel”, hermano de la poeta cordobesa Concha Lagos, en la Gran Vía madrileña, con sus amigos: Juan Antonio Morales, José Caballero, Álvaro Delgado, José Manuel Díaz Caneja, José Mauro de Murga, Santiago Pelegrín, Juan Esplandiú, Tomás Borrás, Manuel Sánchez Camargo y Ramón Faraldo entre otros.

De la inmediata y dura posguerra José Manuel Bonet escribe: nos hablan unas pinturas de 1942 en las que Rafael Botí, que no perteneció a la Escuela de Vallecas liderada por Benjamín Palencia, se aproxima sin embargo a los mismos parajes, dentro de una poética cercana a la del grupo. El resultado son unos cuadros del arrabal madrileño, del Arroyo Abroñigal o del Barrio de las Latas, con, a lo lejos, el perfil de la capital.
La primera obra que Rafael Botí envía a la Diputación de Córdoba es la titulada Paisaje de El Retiro de Madrid, actualmente no localizada, una obra que regala y dedica a la Corporación, como las que envía años más tarde tituladas Arquitectura Cordobesa, Fuenterrabia día gris, reflejando ambas una de las facetas mas desarrolladas por el pintor, sus conocidas visiones de Córdoba y Madrid, dos ciudades en las que transcurrió su vida y por las que sentía especial predilección.

De la luz de Madrid dijo que es una de las más bellas del mundo, aun más que la luz andaluza y de su ciudad natal le gustaba el silencio que hay en sus calles y ese aroma que viene del campo, que es una lástima que no pueda expresarse con todos los recursos de la paleta del pintor y su color, llegando a decir que Córdoba tiene tres colores fundamentales: el blanco de la cal, el ocre y el azul. Con estos tres colores se puede pintar todo. Y así lo hace Botí, tal como podemos comprobar en sus lienzos.

De Córdoba pinta sus plazas, flores y colores de sus patios, que entroncan con el ros sonriente de lo cordobés, tan diferente de los patios de la ciudad latina, judía, mora y cristiana que pintó Julio Romero de Torres. A diferencia de este también, que pintaba a los cordobeses en los rincones más singulares de la ciudad, Rafael Botí solo pinta el escenario ciudadano, vacío y en silencio, el silencio que tanto le gustaba de Córdoba, de esa Córdoba sencilla e íntima, tan diferente de la Córdoba del folclore y de la pesadumbre.

Animado por su hijo Rafael vuelve a participar en exposiciones colectivas a partir de 1951, I Bienal Hispanoamericana de Arte, Exposición de Pintura Española en el Museo de San Marcos de Lima, año en que se inició una apertura vanguardista impuesta por Ruiz Jiménez, entonces ministro de Educación Nacional, dentro de la política llamada de “Hispanidad, en la que jugaron un papel importante estas exposiciones. Por fin, en 1959 Rafael Botí hace una exposición personal en la Sala Minerva, del Círculo de Bellas Artes de Madrid, que fue un clamoroso éxito. Fue presentada por su gran amigo José Caballero, condiscípulo suyo en la época del estudio de Vázquez Díaz.

Y a partir de esta exposición personal, la primera después de la guerra civil, se sucederían muchas otras. Bastantes de ellas se celebraron en Córdoba -galerías Studio,52 y Juan de Mesa, Conservatorio Superior de Música, etc.- lo que le ha permitido volver a su ciudad natal una y otra vez, recorriendo sus lugares de juventud y cultivando las viejas amistades.

Participó en la Exposición de Arte Contemporáneo en el magnifico Salón de Juegos, uno de los actos con los que el Circulo de la Amistad celebró el centenario de su fundación en 1953. Fernando Carbonell asumió la dirección del proyecto. Rafael de la Hoz confió en sus amigos Carlos Pascual y Antonio Povedano la selección de obras, teniendo la inteligencia de concebir una muestra que trascendiera el localismo sin pecar de foránea y la audacia de medir a los artistas cordobeses con pintores y escultores procedentes de los dos focos artísticos más influyentes, reservándose Rafael de la Hoz el diseño de la exposición. La muestra fue muy ambiciosa participaron 76 artistas con 116 pinturas y 12 esculturas, entre los que se encontraban tanto figuras consagradas con nombres de nuevos valores. Los participantes fueron agrupados según el lugar de su formación o de residencia entre Madrid, Córdoba y Sevilla. Córdoba estuvo representada por Francisco Aguilera Amate, Alfonso Ariza Moreno, Juan Carlos Barroso, Francisco Centella Pino, Miguel del Moral, José Duarte Montilla, Lola Fernández, Roberto Méndez, Cristóbal Martínez Sánchez, José Ojeda, Antonio Ojeda, Gutiérrez Ravé, Rafael Serrano Muñoz, Juan Serrano, Rafael Orti Meléndez-Valdés, María Manuela Pozo y María Antonia Medina, todos ellos cordobeses de nacimiento o adopción. Junto con los pintores participaron también cuatro escultores: los cordobeses Luís Aguilera Bernier y Joaquín de la Rosa, Amadeo Ruiz Olmos, valenciano y el granadino Bernardo Olmedo. Cinco artistas cordobeses prefirieron presentarse en la selección madrileña: Rafael Álvarez Ortega, Rafael Botí, Pedro Bueno, Antonio Povedano y Francisco Reyes Hens.

Participó en la Exposición Pintura Figurativa en la Sala Municipal de Arte de Córdoba, en mayo de 1959 junto a los artistas Morquecho, Menchu Gal, Cañete Babot, María Manuela Pozo Lora, Miguel del Moral, Julio Aumente, Antonio Povedano, Ginés Liébana, De la Fuente, Ojeda, Valdivieso, Manuel Aumente, Nucete, Francisco Mateos, Vázquez Díaz, Agustín Redondela, Martínez Novillo, Pena y José Vento.

En 1961 participa en el Homenaje a Zabaleta y expone en la Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy de Salamanca, y en 1962 cuelga una individual en la Galería Toisón de Madrid, presentando el catálogo Daniel Vázquez Díaz con el hermoso texto: La sensibilidad de Rafael Botí gusta de los colores limpios, en armonías claras y diáfanas, de luces perladas, colores y matices dedicados, de resoles febriles, fugitivos en las tardes transparentes en que el artista de extasía gozoso de encontrar la superficie cromática de cada día y cada hora. El crítico Ángel Crespo, manifiesta en Artes, en 1962: Botí, pintor serio y responsable, es un entrañable y silencioso amigo del arte y de cuanto con él se relaciona. Esto se ve bien en sus cuadros: en sus paisajes limpios, entre ingenuos y sabios (hay en ellos una ingenuidad que, a fuerza de amor y de costumbre, se ha hecho sabia y consciente); con sus interiores y jardines, armónica y parsimoniosamente construidos y, sobre todo, en el color que envuelve y define a unos y otros.

Entre éstas, notables fue su presencia en el importante Salón Córdoba, celebrado en 1964, Puerta Nueva significó el umbral al arte nuevo y estableció un hito la efervescencia civil y cultural que los cordobeses protagonizamos, justamente en dicho lugar, el Claustro del Carmen en Puerta Nueva (antiguo Hospital de Maternidad y actual Facultad de Derecho), se alumbró el Salón Córdoba, exposición colectiva que situó a la provincia de Córdoba, con Estampa Popular y Equipo 57, en la plástica en las corrientes de la plástica contemporánea. Salón Córdoba, del que formaron parte: Luís Aguilera Bernier, Francisco Aguilera Amate, Mariano Aguayo, Manuel y Julio Aumente, Alfonso Ariza, Ángel Baquerizo, Juan Carlos Barroso, Rafael Botí, Pedro Bueno, Antonio Bujalance, Manuel Cabello, José Duarte, Tomás Egea Azcona, Lola Fernández, Antonio Gallardo, Carmen Gallo, Manuel García, Sergio García Bermejo, José Gracia Naranjo, Ángel López-Obrero, Ginés Liébana, Alejandro Mesa, Ángela Molina Mora, Rafael Montero, Miguel del Moral, Aurelio Moreno, María del Carmen Navarro, José Morales, Antonio y José Ojeda, Rafael Orti, Juan Polo, Antonio Povedano, María Manuela Pozo, Joaquín de la Rosa, Guillermina Ruiz, Amadeo Ruiz Olmos, Rita Rutkowski, Isabel Santaló, María Elena Sarazá, Rafael Serrano Muñoz, José Trujillo, Lola Valera y Francisco Zueras. La exposición se inauguró el día 1 de julio de 1964 y se clausuró el día 17 del mismo mes. Hay que decir que la muestra se planteó como un homenaje a la memoria del escultor cordobés Mateo Inurria, del que se exhibía una escultura y al que se aludía directamente en el catálogo de la exposición. En 2004 la Universidad de Córdoba, el Ayuntamiento de Córdoba y La Fundación Provincial de Artes Plásticas Rafael Botí, cuarenta años después, organizaron una muestra homenaje al Salón Córdoba, en el propio claustro de la Facultad de Derecho y en la Sala Puertanueva, estando representado con las obras Arquitectura cordobesa (1960) y Un patio de las rejas de Don Gome (1962).

Obtiene el premio de la Diputación de Cuenca en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1964 pasando a ser propiedad de dicha Diputación el cuadro premiado Arquitectura cordobesa.

Hasta 1972 no vuelve a presentar una muestra personal, haciéndolo en la Galería Lázaro de Madrid, pero está presente en la XIII Exposición de Pintores de África (Madrid, 1963), Exposición Nacional de Bellas Artes en la que es galardonado con el Premio de la Diputación de Cuenca (Madrid, 1964), Homenaje a Mateo Inurria (Córdoba, 1964), Homenaje a Vázquez Díaz (Monóvar, Alicante, 1977), colectiva Circulo 2 (Madrid, 1967) y en el Homenaje a Vázquez Díaz ofrecido por sus discípulos en la Galería Tartesos, de Madrid (1971).

En 1973 vuelve a Córdoba mostrando su obra en la Galería Studio, y José Valverde Madrid refleja en las páginas de ABC la importancia de la exposición al escribir: Un gran pintor que llevaba cincuenta años sin exponer en Córdoba y que a ella vuelve sin haberse dejado arrastrar por los nuevos modos pictóricos y los istmos que durante medio siglo han zarandeado la pintura española. Un gran artista de paleta clásica, cuyos extraordinarios grises nuevamente volvemos a admirar.

A finales de 1974 reitera su presencia en Madrid, esta vez en la Sala Giotto. Tomás Borrás profundiza en su obra señalando en el catálogo: Si se trasladase de la pintura a la prosa la obra de Rafael Botí, podríamos equipararla a la del sutilmente inmóvil Azorín. Las cosas pintadas por Botí las envuelve un halo de poesía, es un pintor sentimental, es un pintor en cierta manera romántico... Botí es él y las cosas, en su alma intocada. Musicalmente, su pintura es cantata. No pasará nunca la pintura de Rafael Botí porque no tiene moda. Tiene estilo, eso sí. Y José de Castro Arines sentencia en Informaciones, en 1974: Sus modos habituales de conducta pictórica: la misma limpidez intimista de sus modos de expresión, la misma sencillez en las motivaciones anecdóticas de su inventiva. Un pintor cuya bondad me serena.

Hay que destacar su participación en el Primer Salón de Pintores Cordobeses, en la Sala Municipal de Arte de Córdoba en mayo-junio de 1976, cuenta con obras de Romero de Torres, Francisco Benítez Mellado, Tomás Muñoz Lucena, José Garnelo, Aurelia Navarro, Aguilera Amate, Ricardo Anaya, Alfonso Ariza, José Arnal, Ángel Baquerizo, Pedro Bueno, Antonio Bujalance, José Antonio Castro Cadenas, Luís Cárdenas, José María Córdoba, José Duarte, Francisco Frasquiel Fernández, Juan Hidalgo del Moral, José Manuel Gómez, Ginés Liébana, Molina, Inmaculada Montero, Miguel del Moral, José Morales, Navarro Holgado, Antonio Ojeda, Rafael Orti Meléndez-Valdés, Rafael Pineda, Antonio Povedano, Rodríguez Flores, Rita Rutkowski, José Salguero, Cristóbal Toledo, Lola Valera, Xulio y Francisco Zueras.

Junto a Aguilera Amate, Alfonso Ariza, Pedro Bueno, José Antonio Castro Cadenas, Luís Cárdenas, José Duarte, Marcial Gómez, Gines Liébana, López-Obrero, Miguel del Moral, José Morales, Antonio Ojeda, Rafael Orti Meléndez-Valdés, Rafael Pineda, Antonio Povedano y Rita Rutkowski, participó en la exposición 17 Pintores de Córdoba, celebrada en Studio-52 en diciembre de 1976.

En 1978 lleva su pintura a la Sala Santa Catalina del Ateneo de Madrid y el inolvidable crítico Antonio M. Campoy afirma en ABC: Un casto aire musical recorre estas composiciones de claro lenguaje y poético sentido. Una luz mañanera les cobija, una luz que es la antítesis de cualquier vagorosidad. Las cosas de desnudan de toda retórica y se ofrecen exentas, se diría que casi ingenuas, pueriles-niñas- extrañas a todo cuanto no sea un inocente esplendor, y siempre tan recatadas, tan negadas a exhibirse que sólo se dejan sorprender en la intimidad.

En 1978enlaGaleríaManueladeCórdobasecelebraunaExposición-HomenajeaDanielVázquez Díaz en la que además de algunas obras representativas del gran pintor desaparecido, figuraban cuadros y esculturas de ocho artistas cordobeses: Rafael Álvarez Ortega, Rafael Botí, Pedro Bueno, Ángel López-Obrero, el desaparecido Enrique Moreno Rodríguez El fenómeno, Antonio Povedano, Antonio Rodríguez Luna e Isabel Santaló, sus nombres también figuraban, como amigos o discípulos, en otro homenaje que tuvo lugar en Madrid en 1953, al cumplirse el setenta aniversario del maestro. El catálogo de la muestra fue presentado por Francisco Zueras y Rafael Botí.

Es en 1979 cuando Rafael Botí comienza a recibir los máximos galardones, como reconocimiento de su brillante carrera. El Ayuntamiento de la Córdoba acuerda su nombramiento de Hijo Predilecto y le concede la Medalla de Oro de la Ciudad. En 1980, el Ministerio de Cultura le concedió la Medalla de Plata al Mérito en las Bellas Artes, que había sido solicitada por la plana mayor española de la literatura, la pintura y la música, de las distintas generaciones. Músicos como Andrés Segovia, Federico Moreno Torroba, Pablo Sorozábal, Ernesto Halffter y Regino Sáinz de la Maza. Escritores como José Camón Aznar, Rafael Alberti, Antonio Gala, Antonio M. Campoy y Evaristo Acevedo. Artistas plásticos como Benjamín Palencia, José Caballero, Álvaro Delgado, Pérez Comendador, Juan de Ávalos. Figuras relacionadas con el arte, el coleccionismo y las galerías: Fernando Chueca Goitia, los Duques de Alba, Biosca, Macarrón, Durán. La Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba le nombró académico correspondiente, entregando, a manera de discurso de presentación, una obra bellísima titulada El arríate de las petunias. En 1981 es elegido Presidente de Honor de la Asociación de Artistas Plásticos Cordobeses.

Desde su reincorporación a la vida artística madrileña, siguió teniendo estrecho contacto con su amigo y maestro Daniel Vázquez Díaz hasta el mismo momento de su muerte el 17 de marzo de 1969, y con los colegas supervivientes de la aventura vanguardista de anteguerra, como José Caballero -en cuyo estudio se celebraron animadas tertulias-, Juan Antonio Morales o Isaías Díaz. No faltando la relación afectiva con miembros de aquellas legendarias tertulias, como Tomás Borrás, de la de Pombo, y Enrique Llovet.

Su contacto con los artistas de Córdoba fue tan afectuoso como permanente. Con Pedro Bueno, el gran pintor de Villa del Río (Córdoba) , triunfador en Madrid desde su aparición en 1943 en el Salón de los Once, con el crítico natural de Pedro Abad (Córdoba) y también pensionado de la Diputación Provincial de Córdoba, Francisco Alcántara y con los residentes en Córdoba, como López-Obrero y Antonio Povedano. Y con los amigos de la aventura cultural cordobesa anterior a la guerra civil, como el desaparecido Rafael Castejón y Martínez de Arizala o el poeta Juan Bernier, a quienes ha abrazado siempre a raíz de sus exposiciones en la galería Studio-52, de la mano de Pepe Jiménez, o con motivo de los homenajes.

Paralelamente a estos reencuentros y aquellos honores, Rafael Botí siguió pintando incansablemente en su estudio madrileño de la Avenida de Portugal, o en sus salidas a la Casa de Campo, Torrelodones o El Tomillar. Para seguir captando aquellos paisajes, en los que hace gala de una prodigiosa frescura plástica, de un ardor verdaderamente juvenil. Creando, como siempre, una pintura fragantemente sensual y musicalmente intimista, como bien define el crítico Antonio M. Campoy, su gran amigo.

Con la frase de Francisco José León Tello, en la revista Goya, que asegura que en la representación de patios y rincones cordobeses Botí traduce el alma de Córdoba, y la de Rafael Castejón que habla del espolazo esencial de Córdoba presente en la pintura de este maestro. La aseveración de Antonio Gala de que ha conseguido un evidente paralelo con mi Andalucía que es la suya, y la hipótesis de Enrique Azcoaga de que Botí le debe a Córdoba, lo que Córdoba tiene de laberinto desvelado. O la rotunda afirmación de Marino Gómez Santos de que Botí cordobés hasta los huesos, su vida está dedicada al homenaje de su tierra.

Ahí está la frase del escritor Tomás Borrás, el amigo de la tertulia de Pombo, diciendo que musicalmente la pintura de Botí es cantata, o la del crítico Antonio Cobos, que descubrió en su pintura musicalidad hecha de ritmos y armonías. Y ahí está la contundencia del gran compositor Federico Moreno Torroba, al reconocer que su amigo Botí es excepcional como artista musical y pintor O el acierto de Antonio M. Campoy al decir que un casto aire musical recorre sus composiciones.

Utilizando el pincel a manera de batuta, como haciendo verdad ese entrañable paralelismo “música- pintura”, que se ha venido repitiendo en la Historia del Arte con los ejemplos de grandes pintores -Ingres, Rousseau- que como Botí fueron violinistas. Manejando el pincel como un arco de violín o como batuta, haciendo verdad lo que tan certeramente exaltó su amigo Rafael Alberti, en el canto al pincel de su gran libro A la Pintura.

Participó en la Exposición Itinerante La Pintura Figurativa Moderna, celebrada en la Sala de Exposiciones del Palacio de la Merced, en el mes de junio dentro de la Campaña Cultural 82, comisionada por Francisco Zueras, quien seleccionó, entre los fondos artísticos de la Diputación Provincial, obras de los artistas; Francisco Arias, Rafael Botí, Pedro Bueno, José María Córdoba, Chel, María Antonia Dans, Miguel del Moral, José Duarte, Menchu Gal, Carmen Gallo, Luís García Ochoa, Julia Hidalgo, Ángel López-Obrero, Medina Hidalgo, Rafael Mesa, Salvador Morera, José Muñoz García, Rafael Orti Meléndez- Valdés, Pascual Palacios Tardez, María Manuela Pozo Lora, Francisco Quero, Roex y Antonio Zarco. La exposición itineró por los municipios cordobeses: Benamejí, El Carpio, Hinojosa del Duque, Nueva Carteya, Pedro Abad, Priego de Córdoba, La Rambla, Villa del Río, Villanueva de Córdoba y Villaviciosa.

En la exposición Veintinueve pintores andaluces contemporáneos (1983), celebrada en Madrid con motivo de la inauguración de la Sala de exposiciones del Monte de Piedad de Córdoba, participaron Hidalgo del Moral, Manuel Ángeles Ortiz, Rafael Botí, Hipólito Hidalgo de Caviedes, Ángel López- Obrero, Antonio Rodríguez Luna, Guillermo Vargas Ruiz, Lorenzo Goñi Suárez, Miguel Pérez Aguilera, José Caballero, Francisco Zueras, Antonio Povedano Bermúdez, Francisco Alcaraz, Francisco Aguilera Amate, Francisco Izquierdo, Miguel Cantón Checa, Pepe Morales, Vicente Vela, Juan Gutiérrez Montiel, Antonio Bujalance, Rafael Orti Meléndez-Valdés, Francisco Cortijo, Miguel Virila y Abad, Cristóbal Toral, Fausto Olivares y Evaristo Guerra, participó con las obras Patio de la Judería y Patio antiguo.

En 1984 la Caja Provincial de Ahorros de Córdoba organiza en Madrid una muestra personal, editándose un libro con textos de Francisco Zueras y Antonio Gala quien, con su habitual elegancia escribe: Admiro a Rafael Botí, porque pinta de puntillas para no interrumpir la belleza, y no alterar la música, y no desvanecer la soledad sonora de su mundo. Admiro de corazón a Rafael Botí porque su pintura, tal como le es dada y tal como él la transmite, es un acto de amor. Como todo, en el arte y en la vida, tendría que ser siempre.

Con motivo de la inauguración de la Jaima Cultural, como equipamiento cultural, participó en la exposición itinerante de Artistas Cordobeses, inaugurada en el Palacio de La Merced en julio de 1984, junto a: Rafael Aguilera Baena, Francisco Aguilera Amate, Joaquín Guillermo Aguilar Caro, Alfa Frapa, Francisco Ariza Arcas, Alfonso Ariza Moreno, Juan Arrabal, Fernando Baena Baena, Francisco Bonilla Villalba, Santiago Bravo Soto, Pedro Bueno, Manuel Cabello, Rafael Cabrera, Manuel Cachinero, Madueño, Juan Cantabrana, Luís Cárdenas, José Antonio Castro Cadenas, Eduardo Corona, Luís Celorio, Rafi Díaz Cabello, José Duarte, Tomás Egea, Arturo García, María Teresa García Courtoy, María Teresa García López, José María García Parody, Ramón García Romero, Enrique Garramiola, Marcial Gómez, Rosario González Iglesias, Manuel C. Gutiérrez Peña, Julia Hidalgo Quejo, Calixto Hidalgo Rodríguez, Isabel Jurado Cabañes, Mercedes Jurado Fernández-Delgado, Luís Lagares Lovato, Jacinto Lara, Ginés Liébana, López-Obrero, Francisco Luque, Miguel del Moral, José Morales, Salvador Morera Martínez, Rafael Orti Meléndez-Valdés, Vicente Piernagorda Hornedo, Juan Polo Velasco, Francisco Poyato Serrano, Jaime Revilla “Narváez”, Manuel Ríos Castillo, Pura Rus Garrido, Rita Rutkowski, Pablo Ruiz, Francisco Salido Medoza, Aurelio Sanchiz, Lola Valera, Juan Zafra y Francisco Zueras.

En 1985 lleva a cabo su primera exposición en Barcelona, en la sala de Caja Madrid, presentando el catálogo Rafael Santos Torroella que señala: Hay en la pintura de Rafael Botí esa aspiración a la claridad, la serenidad y el equilibrio que distinguió a los novencentistas catalanes, más o menos d ́orsianos o sunyerianos, entre los cuales no puede omitir, por más que así suela hacerse, el nombre de Salvador Dalí.
En 1986 la Diputación Provincial de Córdoba reúne una importante muestra personal en el Palacio de La Merced, publicando una cuidada monografía debida a Francisco Zueras.

Participó en la Exposición-Homenaje a Antonio Rodríguez Luna, celebrada en el Palacio de La Merced, en marzo de 1986 junto a los artistas: Aguilera Amate, Alfonso Ariza, Pedro Bueno, Antonio Bujalance, Rafael Cabrera, Castro Cadenas, Fuertes, María Teresa García Courtoy, María Teresa García López, Ramón García Romero, García Rodríguez, Gallardo Otero, Marcial Gómez, Juan Hidalgo del Moral, Julia Hidalgo, Jurado, Jacinto Lara, Ginés Liébana, López-Obrero, Miguel del Moral, José Morales, Rafael Navarro, Rafael Orti Meléndez-Valdés, Antonio Povedano, Poyato Serrano, María Manuela Pozo Lora, Pablo Ruiz, Rita Rutkowski, Emilio Serrano, Rafael Serrano Muñoz y Cristóbal Toledo.

En junio de 1986, en el Palacio de la Merced se inaugura la exposición Fondos Pictóricos de la Diputación Provincial de Córdoba, primera exposición en la que se exhiben parte de sus fondos artísticos, comisariada por Francisco Zueras Torrens en la que se incluyen obras de distintos pensionados por la Corporación Provincial entre ellos: Joaquín Martínez de la Vega, Alfredo Lovato, Tomás Muñoz Lucena, Rafael Romero de Torres, Adolfo Lozano Sidro, José Muñoz García, Rafael Botí, Rafael Cuenca Muñoz, Fernando Quero y Quero, Pedro Bueno, Ángel López-Obrero, Antonio Povedano Bermúdez, Alfonso Ariza, Rafael Serrano Muñoz, Carmen Gallo, María Manuela Pozo y José María Córdoba y otros artistas como: Antonio Costi, Francisco Arias, Menchu Gal, Luís García Ochoa, Miguel del Moral, Francisco Aguilera Amate, Gines Liébana, Antonio Suárez, Pascual Palacios Tardez, Rafael Medina Hidalgo, José Duarte, Juan Roex, Antonio Zarco, Vicente Vela, Chel, María Antonia Dans, José Morales, Rafael Ortiz Meléndez-Valdés, Pedro Solveira, Eduardo Corona, Emilio Serrano, Joan Descarga, María Teresa García López, Pedro Moreno Meyerhoff, Rafael Aguilera Baena, Isabel Jurado Cabañes, Jacinto Lara, Rafael Cabrera Rodríguez, Joan Bennassar y Tomás Gómez. En 1.996, diez años después, con motivo de la Feria Internacional de Turismo, Fitur, se presenta esta misma exposición en el Museo de la Ciudad de Madrid.

En 1987 expone en la Galería Ansorena de Madrid. En 1989 presenta, en Madrid, una antológica en el Patio de Cultura de la Tabacalera con resonante éxito, que José Pérez Guerra recoge en el semanario El Punto de las Artes cuando resume: Botí nació para pintar poemas. Su obra se mantiene fresca, vibrante, cargada de juventud. Este periódico también está con el maestro cordobés con su senequismo, con si obra sabia.
Formó parte de la Exposición Vázquez Díaz y sus discípulos, organizada por la Delegación de Cultura de la Diputación Provincial de Córdoba, con la colaboración de la Caja Provincial de Ahorros de Córdoba y celebrada en el Palacio de la Merced en 1987 en la que participaron los artistas José Caballero, Rafael Canogar, Javier Clavo, Álvaro Delgado, Isaías Díaz Gómez, Lucía Fontanilla, Ángel López-Obrero, Fernando Ribes, Pedro Rodríguez Núñez, Fermín Santos, Rafael Vázquez Aggerholm, Cristino Vera y Antonio Viana.

Con Gloria Abad, Rafael Aguilera, Javier Aparicio, Alfonso Ariza, Francisco Ariza Arcas, María del Carmen Arrizabalaga, José Baños, Chavi Belenguer, Manuel Berruezo, Rafael Bioque, Antonio Bujalance, Rafael Caballano, Miguel A Cáceres, María del Carmen Canales, Manuel Cachinero Madueño, Miguel Cachinero, Miguel A. Carmona, José Antonio Castro Cadenas, Francisco Centella, Rafael Centella, José Cobos, Juan Cordero Ruiz, Francisco Cosano, Rafi Díaz Cabello, José Duarte, Rafael Duarte Lesmes, Tomás Egea, María Teresa García López, Ramón García Romero, Carlos Gil, Marcial Gómez, Miguel Gómez Losada, Antonio Gómez Nucete, Rafael Guerra, Sara González Iglesias, José Gutiérrez Ravé, Segundo Gutiérrez, Juan Hidalgo del Moral, Julia Hidalgo, Dolores Jiménez Valiente, Isabel Jurado, Mercedes Jurado, Bernardo Jurado, Carmen Laffón, Luís Lagares, Jacinto Lara, Juan A. Lora, Carmelo López de Arce, Francisco Luque, José Márquez, Rufino Martos, Marcelino Mateo, José Luís Mauri, Bartolomé Menor, María Jesús Molina, Pablo Montero, José Morales, Salvador Morera, Antonio Ojeda, José Ojeda, Fausto Olivares, José Pacheco, María del Carmen Páez, Manuel Pantojo, Miguel Pérez Aguilera, Rafael Pineda, Juan Polo Velasco, Antonio Povedano, Miguel del Moral, Gínes Liébana, López-Obrero, Andrés Quesada, Manuel Ríos Castillo, Ángel Rodríguez, Rafael Romero del Rosal, Francisco Rubio Rodríguez, Diego Ruiz Cortés, Rita Rutkowski, José Salguero, Aurelio Sanchiz, Rafael Serrano Muñoz, Emilio Serrano, Mati Sierra, Aurelio Teno, Cristóbal Toledo, Lola Varela, Antonio Vela, Concha Zafra, Juan Zafra y Francisco Zueras participó en la Exposición-Homenaje al pintor Alfonso Ariza, celebrada en el Palacio de La Merced, en febrero de 1990.

En 1990 el Ayuntamiento de Córdoba da su nombre a una plaza cercana a la casa donde nació el pintor y, con motivo de su 90 cumpleaños, la Caja de Ahorros Provincial de Córdoba organiza una exposición de su obra reciente y edita un nuevo libro sobre la pintura y la vida de Rafael Botí. En 1991 el Ayuntamiento de Torrelodones (Madrid) pone su nombre a la calle donde el pintor residía. En 1992 recibe el homenaje de la Academia Libre de Artes y Letras de San Antón de Madrid, y la revista Correo del Arte le otorga el Premio Especial del Jurado.

Participó en la exposición Córdoba en América que se celebró en el Palacio de la Merced en 1992, en la que participaron los poetas; Juana Castro, Carlos Clémentson, Manuel Gahete, Pablo García Baena, Luís Jiménez Martos, Concha Lagos, Mario López, Alejandro López Andrada, Leopoldo de Luís, José de Miguel, Vicente Núñez, Mariano Roldán y las obras de los artistas: Claustro y Puerta de Córdoba de Julia Hidalgo, Hermano Mar, Maestro Neruda de Juan Hidalgo del Moral, Sebastián de Belalcázar y Fray Pedro de Córdoba de Antonio Bujalance, Indios y La Santa Maria de Miguel del Moral, Quipu y Tro-Cartesianus de Jacinto Lara, Flores Exóticas y La noche en una calle de Córdoba de Rafael Botí, América y Córdoba de Ángel López-Obrero, Palos de la Frontera y Monasterio de La Rábida de Desiderio Delgado, Arcángel San Rafael y Plaza con niños de Emilio Serrano, Pasa Colón con el primer colibrí y Pasa don Pedro de Valdivia sin sombrero y luego, de regreso sin cabeza de Antonio Quintana, Asiento de la aventura y Modelo de traje de virreina incluido servicio y paje para Doña María de Toledo de Colón de Ginés Liébana y Hernando de Colón, niño y Escenas del Descubrimiento de Antonio Povedano Bermúdez.

En 1993 José María Álvarez del Manzano, como Alcalde de Madrid, inaugura en el Museo de la Ciudad una exposición personal en la que se exhiben 143 obras y diez años después -2003- rotula con el nombre del pintor una importante avenida de Madrid. En 1994 la Asociación de Escritores y Artistas Españoles le ofrece un homenaje presentado por Antonio Cobos, decano de los críticos de arte, en el que intervienen José Gerardo Manrique de Lara, José Lapayese del Río e Isabel Vaquerizo y, ese mismo año, la Junta de Andalucía patrocina en el Museo de Bellas Artes de Córdoba la que será su última exposición individual, reunida bajo el título Momentos cordobeses.

Se suceden los homenajes en Córdoba y en Madrid, se proyectan nuevas exposiciones antológicas y, mientras la Asociación Sindical de Artistas Plásticos Cordobeses prepara un gran acto en su honor, fallece en Madrid el día 4 de febrero de 1995.

La pintura de Rafael Botí experimentó, a lo largo de su vida, una constante, estremecida y coherente evolución. Pintura de tenues vibraciones, trenzada de ritmos ambientales, que se recrea en la configuración de las formas de un modo subjetivo y objetivo a la vez. Sus cuadros nos ofrecen una delicada y sencilla transmisión de emociones. Él mismo señaló que la obra plástica siempre se asentará sobre una arquitectura de equilibrio, ritmo y matiz. Rafael Botí, que fue primero impresionista, derivó más tarde hacia un personal ingenuismo traspasado, unas veces de alegría u otras veces de ternura. Si escarbamos en los antecedentes de su pintura, no nos resultará difícil encontrar resonancias de las vanguardias de París, del colorido de Regoyos, de la estilización de Vázquez Díaz o de la aparente inocencia de Rousseau, asimiladas por su indiscutible personalidad.

Hace años Mario Antolín escribía: Rafael Botí pertenece a ese pequeñísimo grupo de los limpios de corazón. Fiel a sí mismo, ajeno a maniobras de grupos, de grupitos o de escuelas. Botí sonriente y cordial, humilde y silencioso, lleno de admiración hacia los otros, es un ejemplo de amor a la pintura y un maestro –aunque él no se lo crea- del difícil oficio de pintar.

El Pleno de la Diputación Provincial de Córdoba, en su sesión ordinaria celebrada el 12 de junio de 1998 acordó aprobar los estatutos de la Fundación Provincial de Artes Plásticas Rafael Botí, como Organismo Autónomo Local dependiente de la misma, teniendo como finalidad la gestión, promoción y difusión de las artes plásticas dentro de las competencias que le son propias en materia de cultura.

En 1997 se celebra en el Palacio de La Merced la exposición Becas y Premios que incluía obras de los artistas Joaquín Martínez de la Vega, José Marcelo Contreras Muñoz, Alfredo Lovato, Juan Manuel Cazalilla, Tomás Muñoz Lucena, Agustín del Pino Gil, Rafael Romero de Torres, Mateo Inurria Lainosa, José Muñoz García, Rafael Cuenca Muñoz, Fernando Quero y Quero, Ángel López-Obrero, Rafael Botí, Antonio Reyes, Fernando Peña Pastor, Justo Moreno Nadales, Pedro Bueno Villarejo, Rafael Serrano Muñoz, Miguel López Cruz, Alfredo Serrano Machado, Alfonso Ariza, Rafael Centella Pino, Antonio Gallardo Parra, José Ojeda, Francisco Bonilla Villalba, Luís Aguilera Bernier, Lola Varela, Maria Manuela Pozo Lora, Carmen Gallo, Salvador Morera, Eloy Cabrera Padilla, José Maria Córdoba, Mercedes Jurado Hernández-Delgado, Tete Álvarez, Miguel del Moral, Pascual Palacios Tardez, Pedro Bueno Villarejo, Maria Antonia Dans, Francisco Arias Álvarez, Menchu Gal, Rafael Medina Hidalgo, Luís García-Ochoa, José Morales Tejero, Antonio Zarco Flores, Chel, José Duarte, Francisco Aguilera Amate. La muestra fue comisariada por Fernando Moreno Cuadro.

La Delegación de Cultura de la Diputación de Córdoba dentro de los actos de Homenaje a Manolete, organizó la exposición Suerte Suprema, comisariada por Fernando Moreno, inaugurada en la Galería de Exposiciones y Patio Barroco del Palacio de La Merced, en 1997, con obras de los artistas: Daniel Perea, José Erbo, José Denis del Grano, Tomás Martín, José García Ramos, Andrés Palardé, Marcelino de Unceta, Mariano Benlliure, Ignacio Zuluaga, Ángel Díaz Huertas, José Garnelo, Julio Romero de Torres, Manolo Hugue, Aniceto Marinas García, Moisés Huerta Ayuso, Pablo Picasso, Francisco Bores, Ángel Ferrant, Álvarez Laviada, González Marcos, Rafael Cuenca Muñoz, Mateo Inurria, Joaquín Vaquero Palacios, Rafael Botí, Roberto Domingo, García Campos, Benjamín Palencia, Rafael Alberti, Alberto Sánchez, Antonio Rodríguez Luna, Vázquez Díaz, Pedro Bueno, Francisco Arias, Juan Antonio

Morales, Álvaro Delgado, Cristino Mallo, Eduardo Vicente, Demetrio Salgado, Salvador Dalí, Oscar Domínguez, José Caballero, Luís Sanguino, Federico García Lorca, John Fulton Short, Pablo Serrano, Francisco Aguilera Amate, Luís Aguilera Bernier, Miguel del Moral, Antonio Povedano, Antonio Bujalance, Alfonso Santiago, Álvarez Miranda, Aurelio Teno, Juan Polo, Juan Zafra Polo, Francisco Bonilla Villalba, Manuel Vela Poveda, Guayasamín, Rafael Zabaleta, Juan Bartola, Javier Clavo, José Díaz, Constantino Grañido, Nebreda, Mariano Peláez, Narváez Patiño, Romero Ressendi, Jesús González de la Torre, Pepi Sánchez, Joaquín Vaquero Turcios, Pedro Martínez Sierra, Agustín Úbeda, Galicia, Vicente Arnás, Miguel Ángel Lombardia, José Herranz, Jorge Ludueña, Arcolo, Miguel Conde, Jorge Castillo, Federico Echevarria, Domínguez, Amadeo Ruiz Olmos, Juan de Ávalos, Francisco Toledo Sánchez, Joaquín García Donaire, Juan M. Castrillón, Venancio Blanco, Luís Sanguino, Nacho Martín, José Luís Pares Parra, José Carrilero Gil, Óscar Alvariño, Óscar Estruga.

En 1998 en el Palacio de La Merced se inauguro la exposición colectiva El Paisaje, gestionada y coordinada por Galería Espalter S.L. incluyendo obras de los artistas: Darío de Regoyos, Francisco Iturrino, Henmen Anglada Camarasa, Daniel Vázquez Díaz, Jaime Mercade, José de Togores LLach, Francisco Mateos, Pancho Cossío, Benjamín Palencia, Manuel Ángeles Ortiz, Ginés Parra, Ismael de la Serna, Francisco Bores, Joaquín Peinado, Vaquero Palacios, Rafael Botí, Miguel Villá, Hernando Viñes, Francisco Sales, Juan Manuel Díaz Caneja, Godofredo Ortega Muñoz, Martínez Ortiz, Zabaleta, Pedro Gastó, Francisco Arias, Antonio Lago, Julio de Pablo, Javier Clavo, Juan Barjola, Menchu Gal, Luís García-Ochoa, Orlando Pelayo, Pascual Palacios Tardez, Joan Brotat, Cirilo Martínez Novillo, Gregorio del Olmo, José Beulas, Redondela, Álvaro Delgado, Sanjosé, Rafols Casamada, Agustín Úbeda, Maria Antonia Dans, Pepi Sánchez, Cristino de Vera, Vaquero Turcios, Pedro Sobrado, Juan Ramón Luzuriaga, Narváez Patiño.

El hijo del pintor Rafael Botí Torres y sus esposa Adelina Blanco donan a la Diputación Provincial de Córdoba cincuenta y seis obra del artista, para que pasen a formar parte de los fondos artísticos de la Fundación Provincial de Artes Plásticas Rafael Botí, así como doce obras que incluían a los artistas Daniel Vázquez Díaz, José Caballero, Juan Antonio Morales Ángel López-Obrero, Pedro Bueno, Enrique Segura, Rafael Orti Meléndez-Valdés, Álvaro Delgado, Javier Clavo y Agustín Ibarrola, aceptada por el pleno de la Corporación Provincial en su sesión celebrada el día 4 de junio de 1999. Posteriormente realizan una nueva donación incluyendo obras de Santiago Pelegrín, Horacio Ferrer, Antonio Merlo, Rafael Botí, Enrique Moreno El fenómeno Juan Esplandiú, Hipólito Hidalgo de Caviedes, Ricardo García Segundo, Ricardo Summers Isern “Serny”, Antonio Rodríguez Luna, Rafael Vázquez Aggerholm, Vicente Solano y Waldo Aguiar, siendo Rafael Botí el artista cordobés mejor representado en la colección de arte de la Diputación Provincial de Córdoba.

Con motivo de la celebración del centenario del nacimiento de Rafael Botí, la Fundación Provincial de Artes Plásticas Rafael Botí, el Ayuntamiento de Córdoba y la Obra Cultural de CajaSur, organizaron, en el año 2000, la exposición Botí y sus maestros, Julio Romero de Torres y Daniel Vázquez Díaz en el centenario de Rafael Botí comisariada por Javier Tusell, inaugurándose en el Palacio de La Merced, itinerando a la Fundación Carlos de Amberes en Madrid, Museo Gustavo de Maeztu de Estella (Navarra), Museu das Comunicações de Lisboa (Portugal), Sala Actua de la Fundación Cultural de la Banca Comercial de Marruecos en Casablanca (Marruecos), Sala de la Caisse de Dépôt et de Gestión de Rabat (Marruecos), e Instituto Cervantes de Tánger (Marruecos), y en Centro de Arte Moderno y Contemporáneo Daniel Vázquez Díaz de Nerva (Huelva).

La Delegación de Cultura de la Diputación de Córdoba y la Fundación Provincial de Artes Plásticas Rafael Botí organizó, en 2001, la exposición Cuatro cordobeses en vanguardia. Botí, Ferrer, López- Obrero y Rodríguez Luna, celebrada en el Palacio de La Merced, comisariada por Jaime Brihuega, editándose un extraordinario catálogo en el que se incluían textos del propio comisario y de Isabel García García, Juan González Requena y Javier Pérez Segura.

En 2004 la Universidad de Córdoba, el Ayuntamiento de Córdoba y la Fundación Provincial de Artes Plásticas Rafael Botí, cuarenta años después, organizó una muestra homenaje al Salón Córdoba, en el propio Claustro de la Facultad de Derecho, Rafael Botí estuvo representado con las obras Arquitectura cordobesa (1960) y Un patio de las rejas de Don Gome (1962), incluyéndose obras de los artistas: Mariano Aguayo, Francisco Aguilera Amate, Alfonso Ariza, Manuel Aumente, Pedro Bueno, Antonio Bujalance, Manuel Cabello Pastor, José Duarte, Tomás Egea Azcona, Antonio Gallardo, Ginés Liébana, Ángel López-Obrero, Miguel del Moral, José Morales, Antonio Ojeda, Rafael Orti Meléndez-Valdés, Juan Polo, Antonio Povedano, María Manuela Pozo, Rita Rutkowski, Rafael Serrano Muñoz, Lola Valera y Francisco Zueras. La muestra fue comisariada por Ángel Luís Pérez Villén.

Con motivo del décimo aniversario del fallecimiento de Rafael Botí, la Fundación Provincial de Artes Plásticas Rafael Botí y la Obra Cultura de CajaSur, con la colaboración de la Conserjería de Cultura de la Junta de Andalucía, la Delegación de Cultura de la Diputación de Córdoba y el Vicerrector de Estudiantes de la Universidad de Córdoba, organizaron en el Palacio de La Merced, en 2006, la exposición Rafael Botí y el Arte Independiente en España (1925-1936), incluyéndose, junto a obras del propio artistas, otras de : Antonio Rodríguez Luna, Ángel López-Obrero, Miguel Prieto, Juan Manuel Díaz Caneja, Emiliano Barral, Cristino Mallo, Arturo Souto, Francisco Mateos, Servando del Pilar, Isaías Díaz, Maruja Mallo, Timoteo Pérez Rubio, Santiago Pelegrín, Francisco Pérez Mateo, Horacio Ferrer, Alfonso Ponce de León, José Moreno Villa y Pablo Zelaya. La exposición fue comisariada por Javier Pérez Segura, incluyéndose en el catálogo textos de José Manuel Bonet, Isabel García García y del propio comisario de la muestra.

Con este mismo motivo se celebra la exposición Rafael Botí (Córdoba 1900-Madrid 1995), organizada por Rafael Botí Torres, hijo del artista, con la colaboración de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, en la sala de exposiciones de la Fundación Carlos de Amberes de Madrid, editándose un extraordinario catálogo con textos de destacados artistas, críticos, responsables instituciones y personalidades del mundo cultural.

Como eterno recuerdo al artista no hay mejores palabras que aquellas que le dedicara Antonio Manuel Campoy: El pintor Rafael Botí es cordobés, y esté donde esté, y pinte lo que pinte, el pintor siempre está en Córdoba y todo lo que pinta de Córdoba es. No importa que esté, tanta veces, ¡ay!, lejos de su ciudad, en Madrid, en París, orillas del Mediterráneo. No importa. El está en Córdoba y Córdoba va con él. Una y otro se acompañan inmarcesiblemente. El pintor lleva en los nidos del corazón y del oído sus campanas, y lleva en los ojos su claridad. Su vida, toda su vida es un huerto de recuerdos cordobeses, de canciones, de voces familiares, de plazuelas, de lindas muchachas lejanas, de toreros, de un bosque prodigioso de columnas multicolores. Para el pintor, Córdoba permanece eternamente iluminada, de día por el sol, de noche por las doce mil lámparas de la Mezquita.

Diego Ruiz Alcubilla
Catálogo Rafael Botí en la colección de la Diputación de Córdoba, 2018
 

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